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La Autoestima, va más allá del sentimiento u opinión personal que tengamos de nosotros mismos, es poseer un alto nivel de autoconsciencia acerca de la satisfactoria apreciación que tiene una persona de sí misma. También es una poderosa energía interna que inspira a proceder de la mejor manera, junto a una disposición de sentirse bien consigo mismo/a en todos los sentidos y que incluye: su apariencia física, valoración intelectual, afectividad, sociabilidad, personalidad y cómo la gente le percibe y aprecia en ese conjunto de aspectos.

Así mismo, la autoestima es vista como una condición dinámica y no estática, puesto que vamos cambiándola y desarrollándola a lo largo de nuestra vida, e indudablemente, es un aditivo fundamental para nuestro crecimiento personal.

Por otra parte, se ha dicho también que la autoestima es sinónimo de ese amor que sentimos por nosotros mismos. Es decir, se refiere a la forma como nos aceptamos, lo que pensamos y sentimos de nosotros mismos y como concertamos con nosotros mismos, ya sea al destacarnos con nuestras mejores cualidades, pero también, reconociendo y aceptando nuestros peores defectos porque es imposible que podamos ser perfectos. Para esto, siempre será necesario tener la voluntad e intención de transformarlos durante el proceso de crecimiento personal.

Es relevante tener en cuenta que en toda literatura de autoayuda, siempre se ha señalado la existencia de cuatro factores o pilares importantes que conforman la Autoestima y estos son:

  • El Autoconcepto: que es atribuido a lo que específicamente valoramos y pensamos de nosotros mismos, es considerado además como un conjunto de percepciones que incluyen características, atributos, cualidades, defectos, capacidades, creencias y límites que podamos tener.  

 

De interpretarse ese autoconcepto como positivo, significaría que nos aceptamos tal cual como somos e inclusive, no tendría cabida aquí la tendencia a lastimarnos emocionalmente, ni tampoco se lo permitiríamos a otros. Mientras que, si ese concepto personal es negativo sería muy fácil notarlo, pues basta crearnos una serie de etiquetas o criticarnos rigurosamente y sin llegar a demostrar alguna empatía por nosotros mismos.

 

Este factor, está particularmente influenciado y diseñado por nuestras interacciones con las personas más importantes que han hecho acto de presencia en nuestras vidas, con sus críticas y extremas exigencias, además de desalentarnos, desatender o negarse a cubrir nuestras necesidades de reconocimiento y afecto.

 

Todo eso, desequilibra o destruye nuestro autoconcepto dado que nuestros miedos e inseguridades, la manera de afrontar los problemas y hasta algunos de nuestros fracasos y frustraciones, han sido inducidos por esas figuras de jerarquía y relevancia (padres, maestros, hermanos, amistades, pareja).

 

  • La Autoimagen: Atañe a una representación mental que desde la infancia hemos construido de nosotros mismos y de cuánto nos satisface esa imagen. Si creamos una analogía sería como una especie de fotografía de nosotros mismos.

 

En este concepto, juega un papel importante revisar los rígidos criterios que suelen crearse acerca de la estética y perfección física, descubriendo lo que más te gusta de ti, pero también, sin magnificar lo que no te gusta de ti.

 

Por otra parte, es relevante señalar que un aspecto que destruye esa autoimagen, es la comparación obsesiva que se haga con otras personas. Por supuesto, lo que sientas de esa imagen es lo que siempre proyectarás a los demás, en el caso de que no te gustes a ti mismo/a, significa que hay algo que está funcionando mal contigo, quizás sea por las exigencias externas a ti, llámense familia, amistades o con quienes tratas a diario y que te han sometido a la duda por sus prejuicios, haciéndote llegar a creer que su opinión es la más importante, pero a la vez te estén dando un equivocado juicio de valor que no te mereces. Aquí, cabe pensar que solo eres tú y nadie más quien puede evaluar, aceptar o rechazar esa imagen que traten de imponerte.

De cualquier modo, es importante enfatizar que si no construyes una propia escala de valores que dirija el rumbo de tus actuaciones, seguirás avanzando a ciegas y utilizando valores que no son tuyos.

 

  • El Autorefuerzo: Esto sucede cuando una persona se proporciona a sí misma un premio o recompensa cuando le place. Es decir, sería específicamente invertir en si mismo y que se permita disfrutarlo ya sea como un reconocimiento, elogio o premio por sus mejores acciones.

Cuando alguien no es capaz de un autorefuerzo, le convierte en prácticamente un total dependiente de la aprobación externa. así mismo, el autoreforzamiento nos facilita la creación de un concepto positivo que nos haría conscientes del cómo nos tratamos y de lo que a diario nos decimos p. ej., reunirse periódicamente con personas con las que más disfrutamos estar después de una ardua semana de trabajo, reconocernos un mérito, hacernos un piropo o un regalo de algo que más nos guste, quizás, pueda ser una camisa, un traje o vestido, un libro, un bolígrafo, entre otros.

Ese autorrefuerzo incrementa nuestra autoestima y nos hace sentir muy bien, satisfechos y felices.

 

  • La Autoeficacia: Está particularmente referida, al grado de confianza que tenemos sobre nuestra propia capacidad para lograr resultados pretendidos. En tal sentido, aquí se hace necesaria una estrecha sintonía entre el conocimiento que poseemos de nosotros mismos en conjunto con los resultados de nuestras acciones. Es decir, esto estaría relacionado a aquellos pensamientos de duda que en un momento dado, podríamos tener sobre nuestras competencias para alcanzar propuestas de metas reales, pero, siempre teniendo el cuidado de no magnificar cualquier insignificante defecto que poseamos, con el fin de evitar afectar nuestros propósitos.

 

Es evidente que esos cuatro factores de la autoestima, se van desarrollando a lo largo de nuestra vida, afianzando la idea de que somos un producto de nuestra crianza en el hogar y en nuestro paso por la escuela, donde sin lugar a dudas hemos aprendido acerca de los sentimientos, opiniones, sensaciones y actitudes que nos han inculcado y otras veces impuesto. Quizás para algunos ese aprendizaje haya sido acompañado con experiencias felices, pero, también habrá quienes lo vivieron dramáticamente, ya sea por falta de afecto, por frecuente rechazo, abuso emocional o físico, violencia familiar, sucesos traumáticos, por un abandono o ausencia de las figuras más importantes en sus vidas, por reiteradas críticas destructivas en el hogar, escuela o al socializar fuera de estos ámbitos.

Por lo antes mencionado, es muy importante estar atentos para identificar aquellas huellas del pasado que a veces preferimos obviar y justificar, impidiéndonos ver la actual realidad. Esto se debe hacer, a objeto de revisarlas oportunamente y evaluar si realmente estamos reconociendo nuestra genuinidad y amándonos como quisiéramos y nos merecemos.

Por último, cuando nos atrevemos a desafiar y reeducar cualquier pensamiento negativo recurrente con patrones positivos, estaríamos hallando la mejor manera de que no nos sigan saboteando, ni dirigiendo nuestra vida hacia extremos que no nos conviene, ni nos interesa transitar.

 

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